Y ya anocheció. Es más, quedan pocas horas para que amanezca y yo sigo aquí... sola, frente a mi computador, que a estas alturas se transforma en mi mejor amigo. Hace un poco de frío, y eso que ayer el ambiente era absolutamente primaveral, en realidad hace mucho frío. Mis pies están helados como siempre y la punta de mi nariz también.
El silencio intenso se duerme mientras suena una sirena, pero aún así no hay más que el sonido de mi calefactor y el de mi teclado cuando presiono cada letra. Podría acompañarme la voz de Cerati, pero prefiero imaginar mi voz en su concierto.
Y no encuentro la forma de arrancarme de aquí si cada vez que intento dormir para evitar las inseguridades, mi obsesión se transforma en una pesadilla.
En mi cabeza los nombres son parte de una sopa de letras que no sé encajar. Estoy vacía, no tengo más que la posible felicidad descansando, por lo menos hasta que vuelva a amarlo con lo peor de mí.
Sólo sobreviven a esta hora mis miedos, esas aterradoras realidades que están en mi presente cuando simplemente las llamo en el imaginario.
La soledad ya no me aterra, la oscuridad me agrada, los fantasmas ya no vienen a visitarme y mis manías se hacen inválidas cuando la ansiedad gana mi control. Sólo le temo a la muerte, ese maldito momento con el cual todos debemos casarnos. Hay quienes se resignan ante el compromiso, pero yo no deseo darle mi mano para dejar la libertad, aunque a veces creo que la única manera de ser libre es llegando al altar.
Pero no quiero otorgar y ganar, no quiero saber que una horrible enfermedad o una injusta casualidad me lleva a dormir lejos de quienes me vieron sonreír, porque ahí están todos... mi familia y la sombra de la satisfacción, que generalmente es posible tocarla.
Ellos suelen ser todos...supongo.
¿Y qué pasa con las texturas, colores, pasiones, olores, sensaciones? ¿Qué pasa si cuando me vaya eso tampoco esta? Seguramente en mis deseos volveré al punto de partida, retrocederé para arrancarme de ese preciado momento, en una pelea eterna. Pero que absurdo y contradictorio, las sensaciones no son nada cuando estamos vacíos... vuelve a ser lo mismo.
Seguiré sometida a mis dolores, amarrada a una vida que intento sentir cada vez más viva, intensa, hermosa, cerca de ellos y de la nostalgia de aprender a querer lo que somos, esa semejanza de una instancia.
El silencio intenso se duerme mientras suena una sirena, pero aún así no hay más que el sonido de mi calefactor y el de mi teclado cuando presiono cada letra. Podría acompañarme la voz de Cerati, pero prefiero imaginar mi voz en su concierto.
Y no encuentro la forma de arrancarme de aquí si cada vez que intento dormir para evitar las inseguridades, mi obsesión se transforma en una pesadilla.
En mi cabeza los nombres son parte de una sopa de letras que no sé encajar. Estoy vacía, no tengo más que la posible felicidad descansando, por lo menos hasta que vuelva a amarlo con lo peor de mí.
Sólo sobreviven a esta hora mis miedos, esas aterradoras realidades que están en mi presente cuando simplemente las llamo en el imaginario.
La soledad ya no me aterra, la oscuridad me agrada, los fantasmas ya no vienen a visitarme y mis manías se hacen inválidas cuando la ansiedad gana mi control. Sólo le temo a la muerte, ese maldito momento con el cual todos debemos casarnos. Hay quienes se resignan ante el compromiso, pero yo no deseo darle mi mano para dejar la libertad, aunque a veces creo que la única manera de ser libre es llegando al altar.
Pero no quiero otorgar y ganar, no quiero saber que una horrible enfermedad o una injusta casualidad me lleva a dormir lejos de quienes me vieron sonreír, porque ahí están todos... mi familia y la sombra de la satisfacción, que generalmente es posible tocarla.
Ellos suelen ser todos...supongo.
¿Y qué pasa con las texturas, colores, pasiones, olores, sensaciones? ¿Qué pasa si cuando me vaya eso tampoco esta? Seguramente en mis deseos volveré al punto de partida, retrocederé para arrancarme de ese preciado momento, en una pelea eterna. Pero que absurdo y contradictorio, las sensaciones no son nada cuando estamos vacíos... vuelve a ser lo mismo.
Seguiré sometida a mis dolores, amarrada a una vida que intento sentir cada vez más viva, intensa, hermosa, cerca de ellos y de la nostalgia de aprender a querer lo que somos, esa semejanza de una instancia.
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