Ni el miedo más rotundo me puede provocar ser dócil, ni la responsabilidad menos esquiva puede lograr quererte. Que extraño lo que pasa aquí...por momentos me encantas y nos burlamos con un cariño único, pero en otros te detesto tanto, que ni siquiera volverte a ver me provoca suavidad...
Ojala pudiera entender que me intoxica cuando hablamos y me obliga a disparar sin pensar...
Ojala no sea más que mi propia angustia... Y siga sin entender lo que es la rabia después de querer.
Lo siento, mi rostro se endurece al igual que mis puños...la tensión de la extrañeza provoca espasmos de rareza.
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