Carta a un desconocido

Te parecerá extraño el día que leas esto, mis acciones post reacciones no suelen ser muy de señorita, ni menos frecuentes en el común de las parecidas a mi. Cuando me sorprendió tu voz me volví de 15 años. Cuando me habló tu silencio, me cobijé en todas mis inseguridades sonrojándome. Que fiel tu mirada para disimular que me observabas. Luego desaparecí y me perdí en un tono repetitivo sin variación a un golpe. ¿Puedes creer que esa noche te volví a encontrar? Estabas mirándome y yo buscándote. Al otro día no aguanté decirte con palabras lo que se escapaba de mis poros. Tenía todas las ganas de verte, pero a media luz y con un vino, para conocernos al fin y certificar que no me engaño y que es real lo que pasa acá. Traspasé todos los límites de mi transparencia y fui sincera, pensé que saldrías corriendo pero parece que no. Sin embargo, me dejas a la espera pidiéndome paciencia. Me encojo de represión si sólo quiero conocerte. En instantes pasas a ser mi pesadilla a la que debo domesticar para que te hagas un sueño letal. Me absorves y me manipulas, queriendo que cada día pase más rápido que las noches en que asistes a mi subconciente. En fin... soy paciente y delicadamente junto- como tu me pediste -las ganas de morderte. No te extrañes, no tengo trastornos obsesivos compulsivos, ni una sicopatía aborrecible. Tampoco abandono una recompensable espera; sólo padezco de efusivos deseos por contemplar lo que me llena de alegría... las adolescentes miradas esquivas.

Si hoy te escribo es porque se que leerás todo esto...además de la incontrolable explosión de mi mente cuando sólo quiero verte.