Me levanté el domingo como si nada hubiese ocurrido la noche del viernes. Enrealidad amanecí despejada porque el sábado me dediqué a pasarlo como un ficus, puro oxigeno y agua. Comencé a ordenar el departamento y mientras más limpio quedaba más sola me sentía. El silencio de un fomingo no es extraño, menos con el transantiago, por lo mismo, vivir dos días en retiro ya era suficiente. Eran las 4 de la tarde y decidí ir al cine. Al principio intenté encontrar un acompañante, pero por primera vez mi cabeza se quedaba en blanco, ya que mis amigos o estaban pololeando, o estaban fuera de Santiago o simplemente con quienes tenía onda, había dejado de tenerla porque no quise acostarme con ellos. Suele pasar en las relaciones hombre-mujer, sobre todo cuando la especie masculina logra captar que tiene una amiga liberal, relajada, no virgen, soltera y que más encima vive sola. Entonces agarré mi bolso y escapé de mi antro. Cuando estaba ingresando al Cine Arte Alameda, me sentí un tanto observada, como esa típica niña que siempre anda sola en el café, cine o restaurante, y a la cual tendemos a considerar rara y a comentar tontamente con las amigas- ¡pobre! ¿la habrán dejado plantada? ¡Qué lata ir a comer sola! entre otras observaciones un tanto huecas. En fin...fue sólo un momento de atención al resto, ya que nunca me ha importado mucho lo que digan los demás. Cuando me senté en la butaca, lamenté no haber ido al típico cine con palomitas, sonido super extra retumbante e imagen hiper ultra magnetica, ya que me había enterrado un resorte en el trasero. En fin...me cambié a la antipenúltima fila y comenzó el film. Aparte de las tres señoras del siglo IXX que estaban en la sala sin parar de hablar, el ambiente era ideal. Cuando comenzó la película, me acordé de la primera vez que fui a ese lugar. Tenía 19 años y recién llegaba a vivir a Santiago. Era una cita con Daniel, un personaje al que extraño hasta el día de hoy y con el que compartí toda mi psicopatía en su esplendor (era recíproco). Esa vez fuimos a ver Ciudad de Dios, yo más que ver a Ze-Pequeño, estaba nerviosa porque no quería que Daniel me tocara la pierna (es lo mínimo que él solía tocar) y no porque no sintiera nada por él, sino porque sentía mucho y me daban miedo las consecuencias. Finalmente, las consecuencias fueron tensión toda la película, retorcijones en la guata, salir del cine y tomar el metro rumbo a mi departamento, específicamente al baño. Por eso mientras veía "El Hijo " imaginaba a Daniel y me acordaba de cada minuto con él, odiando que hoy viva en Barcelona. Todo esto conllevó a que me desconcentrara en la mitad del film belga y nuevamente me diera dolor de estómago. Es raro, pero cada vez que entro a la sala 1 se me descompone mi sistema digestivo.
Al salir, comencé a querer mi estado de soltería en su plenitud (sin "peor es nada"). Noté que ya estaba harta de pagar entradas al cine para que me acompañaran, comprar sushi para comer con alguien, o bien, dar una sonrisa para que algún sujeto me pasara a buscar en su cuatro x cuatro. Me gusto con mi estilo más independiente, me agrada pararme en las vitrinas sin nadie al lado y sobre todo, me gusta mirar como perro de carniceria al "wuashon" que pase a mi alrededor, sin tener que dar explicaciones y mentirle a un novio, porque generalmente no nos atrevemos a decirle que miramos con la boca abierta al tipo que pasó porque tiene un físico más excitante que el de él.
Camino al metro pasé por fuera del departamento del "Negro", un amigo. Subí a saludarlo... pero no estaba. Fue encantador todo lo que me sucedía; andaba tranquila, sin obsesionarme ni querer a nadie. Cuando abrí la puerta de mi cuchitril, prendí mi computador, abrí el MSN y, aparte de chatear, me puse a comer galletas con atún. Estaba un ex "peor es nada" conectado e invitándome a salir, ya que cuando fui a buscarlo no me alcanzó a abrir. Sólo apagué mi computador, me lavé los dientes y volví a tomar el metro. Definitivamente, aunque quiera ser sutil, me encanta el reggaeton.
Al salir, comencé a querer mi estado de soltería en su plenitud (sin "peor es nada"). Noté que ya estaba harta de pagar entradas al cine para que me acompañaran, comprar sushi para comer con alguien, o bien, dar una sonrisa para que algún sujeto me pasara a buscar en su cuatro x cuatro. Me gusto con mi estilo más independiente, me agrada pararme en las vitrinas sin nadie al lado y sobre todo, me gusta mirar como perro de carniceria al "wuashon" que pase a mi alrededor, sin tener que dar explicaciones y mentirle a un novio, porque generalmente no nos atrevemos a decirle que miramos con la boca abierta al tipo que pasó porque tiene un físico más excitante que el de él.
Camino al metro pasé por fuera del departamento del "Negro", un amigo. Subí a saludarlo... pero no estaba. Fue encantador todo lo que me sucedía; andaba tranquila, sin obsesionarme ni querer a nadie. Cuando abrí la puerta de mi cuchitril, prendí mi computador, abrí el MSN y, aparte de chatear, me puse a comer galletas con atún. Estaba un ex "peor es nada" conectado e invitándome a salir, ya que cuando fui a buscarlo no me alcanzó a abrir. Sólo apagué mi computador, me lavé los dientes y volví a tomar el metro. Definitivamente, aunque quiera ser sutil, me encanta el reggaeton.
1 comentario:
yo tb disfruto slair sola. Sobre todo cdo tenGo plata y me voy de compras. Disfruto todo ese tiempo para mí y no extraño a nadie.
Es mi tiempo para pensar, imaGinar y aprovecharlo nada mejor q junto a mí.
No entendí lo del reGGeton!!! q vola' fue esa!!!
q erí pastel niña jadat jajjajaja
ya amiGui te dejo!!!
el trabajo me llama!!
peooor!!!
nos etsamos viendo!!!
extraño aquellas tardes culturales!!!
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