Eran las tres de la mañana cuando en medio del humo, de una borrachera y del asfixiante espacio que tiene "El Túnel", decidí correr por un taxi. Sólo llevaba mi polera y unos jeans en los cuales traía 8 mil pesos restantes de esa noche. Mientras caminaba conversaba con una pareja de extranjeros que escuchaban el por qué de mi salida abrupta del lugar. Sin poder modular mucho le expliqué al taxista que mi fin era Plaza Ñuñoa. No me pregunten cómo sabía que ese tenía que ser el destino y no mi casa, si a esa hora el alcohol se iba apoderando más de mi cabeza enferma. Después de pagar los 4 mil pesos del "pique", bajé y corrí hacia el conserje del edificio de Jorge Washington, le pedí que le avisara a Guillermo que íba a subir, aunque él desde su casa advirtió que no podía pasar. Me importó tan poco lo que me dijera el hombrecillo de la puerta, que en dos minutos estaba en mi loft favorito descolocando a su dueño.
El viejo (lo llamo así porque tiene 34 años, 11 más que yo) no podía creer mi insistencia por verlo y comenzaba a advertirme que estaba destruyendo el único lazo de cariño que quedaba. Pero a esas horas todo me daba igual. Era una escena de teleserie lo que pasaba, faltaba poco para revelarle el gran secreto de "cheito". Él diciéndome que yo estaba desquiciada por interrumpir su tranquila noche y yo aclamando que me moría por verlo. Generalmente cuando tomo alcohol todos mis sentimientos se multiplican , es decir, esa noche el viejo era lo único que me importaba en la vida. Absurdo y patético. No recuerdo todo lo que hablamos sólo que insistía en que me fuera y en que ni siquiera le gustaba. Me miraba con los peores ojos que haya visto en su rostro, no era él, o sí , era él y no lo conocía. Me echó muy sutilmente en un principio, luego cuando yo intentaba acercarme, me tomó de un brazo, abrió la puerta y me sacó como a una bolsa de basura, claro, con menos delicadeza porque la basura se puede derramar. Ahí desperté. Y era extraño, era como si hubiera pasado algo terrible, pero no recordaba nada. Fuera de su departamento le pedí que me llamara un taxi y sólo respondió- pasan a cada rato.
Que injusto despertar en medio de la locura y del juego. Salí como una niña sin su dulce. En la calle no había nadie, y después de 20 minutos por fin tomé un taxi. Lloré recordando todo el show, aunque también me entretuve a ratos y reí. Mi fin era molestarlo, lo logré, pero quería dormir con él y ahí ¡la cagué! Primero fui sincera y le dije que soñaba con abazarlo, después adopté la persona más desagradable para darme la libertad de tirarme en su cama y finalmente, la enamorada que llora por él, victimizándose. Básicamente nada funcionó, por el contrario, me quedé sin amigo y sin un peso.
Pero esta mañana entendí (aparte de dar una vez más jugo) que ni amor, ni obsesión ni nada especial me pasa con Guillermo, sólo es cosa de querer acurrucarme en alguien. Es cierto, está muy guapo, pero si lo amara cuidaría cada detalle, y no haría un autosabotaje. Estaba sola y me protegió. Hoy estoy sola y desaparece. Sé que siente pena por mí, me lo dijo anoche, pero me da lo mismo, porque él nunca entendió mi juego. O a lo mejor si lo entendió, y es por eso que me trató así... después de tanto buscarme y no encontrarme, decidió definitivamente olvidarse. La realidad aguantando y yo aprobando mi inestabilidad. No quiero más, sólo dormir y sin escándalos.
El viejo (lo llamo así porque tiene 34 años, 11 más que yo) no podía creer mi insistencia por verlo y comenzaba a advertirme que estaba destruyendo el único lazo de cariño que quedaba. Pero a esas horas todo me daba igual. Era una escena de teleserie lo que pasaba, faltaba poco para revelarle el gran secreto de "cheito". Él diciéndome que yo estaba desquiciada por interrumpir su tranquila noche y yo aclamando que me moría por verlo. Generalmente cuando tomo alcohol todos mis sentimientos se multiplican , es decir, esa noche el viejo era lo único que me importaba en la vida. Absurdo y patético. No recuerdo todo lo que hablamos sólo que insistía en que me fuera y en que ni siquiera le gustaba. Me miraba con los peores ojos que haya visto en su rostro, no era él, o sí , era él y no lo conocía. Me echó muy sutilmente en un principio, luego cuando yo intentaba acercarme, me tomó de un brazo, abrió la puerta y me sacó como a una bolsa de basura, claro, con menos delicadeza porque la basura se puede derramar. Ahí desperté. Y era extraño, era como si hubiera pasado algo terrible, pero no recordaba nada. Fuera de su departamento le pedí que me llamara un taxi y sólo respondió- pasan a cada rato.
Que injusto despertar en medio de la locura y del juego. Salí como una niña sin su dulce. En la calle no había nadie, y después de 20 minutos por fin tomé un taxi. Lloré recordando todo el show, aunque también me entretuve a ratos y reí. Mi fin era molestarlo, lo logré, pero quería dormir con él y ahí ¡la cagué! Primero fui sincera y le dije que soñaba con abazarlo, después adopté la persona más desagradable para darme la libertad de tirarme en su cama y finalmente, la enamorada que llora por él, victimizándose. Básicamente nada funcionó, por el contrario, me quedé sin amigo y sin un peso.
Pero esta mañana entendí (aparte de dar una vez más jugo) que ni amor, ni obsesión ni nada especial me pasa con Guillermo, sólo es cosa de querer acurrucarme en alguien. Es cierto, está muy guapo, pero si lo amara cuidaría cada detalle, y no haría un autosabotaje. Estaba sola y me protegió. Hoy estoy sola y desaparece. Sé que siente pena por mí, me lo dijo anoche, pero me da lo mismo, porque él nunca entendió mi juego. O a lo mejor si lo entendió, y es por eso que me trató así... después de tanto buscarme y no encontrarme, decidió definitivamente olvidarse. La realidad aguantando y yo aprobando mi inestabilidad. No quiero más, sólo dormir y sin escándalos.
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